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miércoles, 30 de abril de 2008

Una investigadora del MIT desarrolla nanomateriales inteligentes


Gracias a estos caracoles marinos y a un momento de inspiración, Angela Belcher, Profesora de Ciencia e Ingeniería de los Materiales, así como de Ingeniería Biológica, del MIT, está desarrollando nanomateriales inteligentes, que son híbridos de componentes orgánicos e inorgánicos, comenzando con una batería recargable, basada en la biología, que se parece al film plástico para envolver alimentos.
Europress, AGENCIAS

El momento de inspiración súbita de Belcher se produjo diez años atrás. Éste surgió de su larga fascinación hacia un caracol marino, el abulón, y de su iniciativa al formularse una pregunta del tipo de "¿Qué pasaría si...?".
La pregunta fue "¿Qué pasaría si pudiéramos ensamblar materiales tal como lo hace el abulón, pero sin estar limitados a un elemento? ¿Y qué pasaría si pudiéramos unir proteínas a otros elementos en la tabla periódica y desarrollar nuevos materiales?"
Su momento de inspiración ha lanzado un nuevo capítulo en la bioingeniería; ha conducido al desarrollo de nuevos nanomateriales inteligentes, capaces de hacer avanzar la óptica y la electrónica.
Con sus colegas del MIT Paula Hammond, Profesora de Ingeniería Química, y Yet-Ming Chiang, profesor de ciencia e ingeniería de los materiales, Belcher ha desarrollado la primera batería biológica recargable de tamaño nanométrico.
La batería de Belcher contiene un virus que ella y sus colegas diseñaron para encerrarse a sí mismo en óxido de cobalto. La batería tiene el aspecto de una película transparente. Este film transparente algún día podrá ser vertido sobre el objeto al que se le quiera suministrar energía, como una capa de pintura energizante.
Fabricar películas virales puede proporcionar nuevas maneras de organizar las moléculas para ayudar en la creación de nuevos materiales electrónicos, ópticos y magnéticos.
Chips ultrapequeños de ordenador, células de combustible, sensores de nanocristal "inteligentes", muchas cosas son posibles con los materiales híbridos, según Belcher. Y acaso la más importante, la capacidad de autorreparación para aparatos de uso cotidiano. Las conchas de abulón son autoensamblables. ¿Y si pudiéramos hacer un material que fuese autorreensamblable? ¿Y si los iPods y otros dispositivos portátiles pudieran reparar genéticamente sus propias fisuras cuando caen al suelo y se estropean?

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